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Constanza Perry Moraga (32), coquimbana, se crió en la calle Aníbal Pinto, en pleno centro de la ciudad-puerto. En esa casa vivía con sus padres, abuelos y hermanos. Actualmente, vive en esa misma casa, amplia y con un gran patio, junto a su hijo y su papá.

Con emoción recuerda que cuando era niña “éramos más aclanados, éramos mucho más unidos, como vivíamos muy cerca, uno se complementa con respecto a lo que le pasa al otro”.

 

De esos momentos de su infancia, acuden inevitablemente a su memoria “los paseos a la playa y al Panul. Nos íbamos a las nueve de la mañana y estábamos todo el día allá, elevando volantines, compartiendo un picnic con un canasto, sándwich, huevitos duros. Correr por el Panul, escalar las rocas, perseguir las hormigas, ver serpientes por allá. Todo eso lo recuerdo con mucho cariño. Queda en la retina y no se olvida nunca más. También recuerdo los paseos a la Playa de Totoralillo. Todo el día soleándonos sin mucha información de la capa de ozono, todo el día en el agua, con los dedos arrugados. Felices”.

Constanza afirma que en su familia “mis abuelos eran los jefes de la tribu”. Sobre todo, recuerda a su abuelo Francisco Perry: “Mi abuelo salía con los 5 a la playa o a cualquier lado, él sólo. Lo hacíamos rabiar, nos arrancábamos, le pedíamos ‘n’ plata, que cómprame esto, que cómprame esto otro…”.

“Su energía era como distinta, él siempre se preocupó de tenernos a todos en la casa.  Era de juntarnos, de tenernos a todos ahí. Él era el pilar fundamental”.

Añade que esos paseos “Eran con mis primos, con mis papás, con mis abuelos, con mis tíos, con amigos de mis abuelos, amigos de mis papás, en un auto chiquitito, todos apretados, pero juntos. Eso lo recuerdo con harto cariño”.

“La ilusión de ver a toda tu familia junta y que tú piensas de que todos van a estar juntos. Si viví cosas buenas y malas, yo me quedo con eso. Lo que compartí con mis abuelos, con mis papás, con mis primos. El hecho de levantarse todos juntos, de volver de la playa y no poder ducharse todos juntos porque el gas no alcanzaba. Manguerearnos en el patio para sacarnos toda la sal del agua. Eso es lindo. Estoy feliz de haberlo vivido. Entre los 80 y los 90 muchos amigos que tengo vivieron eso también. Crecer juntos. Eso es lo que me queda en la retina”.

“Éramos 5 primos en ese tiempo: mi primo mayor, la hermana de él, mi hermano (William Perry), yo y mi prima.

Mis primos hacían rabiar ‘n’ a mí abuelo y sacaban esos envases de crema BabyLee que había en ese tiempo y lo vaciaban en otro lado y lo llenaban de agua y me perseguían por todo el patio de la casa y tirándome eso en la cara y en el pelo. Y mi tata persiguiéndolos.

Con mis primas nos disfrazábamos con las ropas de mi abuela y los desodorantes Rexona que había en ese tiempo los usábamos como micrófono. Y la terraza de la casa era como un verdadero escenario. Nosotros cantando, bailando”.

La más cercana a Constanza era su prima Natalia Campusano, su ‘yunta’. Se vestían iguales y andaban para todas partes juntas. “El otro día nos acordamos de que cuando a ella le daban la leche y a ella no le gustaba, ella me la daba a mí. Entonces nos íbamos a un rincón de la casa, donde nadie nos viera y ella me la daba a mí para que yo me la tomara”.

Inevitablemente, reconoce que con el paso de los años las familias van cambiando. “Con los problemas y roces, las familias se van disgregando. Ya no se frecuentan de la misma forma, ya no vinieron el siguiente verano, o en el próximo festejo ya no estuvo presente una persona. Con el transcurso de los años, las familias se han ido segregando, dividiendo e individualizando. Ya mis abuelos fallecieron, mis primos se fueron a otra parte, mis primos ya no vinieron nunca más a veranear acá. Ya no está la familia grande y numerosa que había antiguamente y eso igual es fome porque lo viviste”.

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